domingo, 14 de mayo de 2017

Pre-Abducción

PRE-ABDUCCIÓN

Antonio Baeza, E. B., 2017. 


El bosque del oscuro turno;
la muerte que espera acostada;
la vida que viola los límites
impuestos por las hadas geógrafas
de este valle poco denso de plazas
en donde ellas pudieran posarse
en donde el otoño parece acoplarse
como imagen en cuanto fusión 
en los colores altivos de Lo Monte; 
sin lugar a certezas es su horizonte;
tememos el rayo que fulmina

Ir a dar una vuelta por cuatro minutos
y regresar ochenta años después;
ver a los hoy niños, ancianos
ver a los hoy amados, tumbas;
es el riesgo que corre el bandido
en la ventana elquiana al Universo
en el pasillo de entrada de los verdes
en la bifurcación de los tranvías místicos
en amargas posadas do cuelga cabrito
en lo visceral desbordado tibio y perenne
en el brillo parcial del tronco atardecido
en las cervezas bañadas en corriente

No nos lleven, tenemos que hacer
en este planeta de hilos de emociones;
Vengan, en cambio, con naves
cargadas de evolución en Lo Mente
que cuenten con tecnologías finas
para apartar a mi especie del hambre
para curar a quien llore a cantares;
que los orates destruyan sus jaulas
que el oro y la comida desborden
en cada una de las aldeas vecinas
y en las otras que brillan más allá
en todas las aldeas del planeta
¡Traigan aquella abundancia infinita!
que podamos conseguirla sin costos
sin que se boten tantos árboles
sin esclavitud, sin ninguneo;
que se nos embargue todo
para regalarnos todo
en una piscina de barro global
donde se revuelquen perversiones
y do haga diplomacia Lo Humano

No nos lleven
Traigan algo más 
Nosotros ponemos la casa

miércoles, 10 de mayo de 2017

Gerión

GERIÓN

Gastón Gómez E. B., Extracto del libro HÁBITAT (2017), Editorial Bestia.


Ahora soy yo
quien monta a Gerión a lapas
y lo conduce a contemplar
lo que ningún demonio ha visto en tierra.

Miles de millones de humanos
habitan esferas
teñidas a priori
entre cinismo y democracia.

Humanamente amable
le ofrecí dar un paseo por nuestro mundo
para contemplar lo desconocido
mas de lo que sólo podría ocasionar el hombre
la bestia se encandiló.

Con el coraje con que un discípulo
jamás desobedecería a su maestro
continuó el viaje observando ciego
cual ojos de un demonio en sutura
mientras con sonrisa resignada
lo miraba en silencio pensando:
entre demonios y humanos
la diferencia es nula.

Ya te puedes bajar, le dije,

¿es que acaso tampoco quieres?

martes, 9 de mayo de 2017

Cuando el Cuerpo no apaga lo que el Alma enciende


CUANDO EL CUERPO NO APÀGA LO QUE EL ALMA ENCIENDE

Gastón Gómez, E. B., 2016.



el peso del sueño te golpea
y se te caen los ojos a pedazos
como los sucios rotos vasos
de aquella noche infame.

Cuando el cuerpo no apaga
lo que el alma enciende
entonces uno arde.
Caminas por el trapecio de la vida
que como mecha encendida de dinamita
en lento finiquito se consume.

Cuando el cuerpo no apaga
lo que el alma enciende
cada beso es un rifle en mi boca
en dirección al poniente;
cada gesto un soplo que enardece
brasas, tripas, úlceras, molleras.

Cuando el cuerpo no apaga
lo que el alma enciende
respecto del sol
es imposible cavilar comparaciones:
el sol con suerte calienta;
el sol jamás enciende.

Cuando el cuerpo no apaga
lo que el alma enciende
jugando a ser bomberos los poetas se divierten.

·       



sábado, 6 de mayo de 2017

Buscando Sombras en la Hoguera

BUSCANDO SOMBRAS EN LA HOGUERA

Gastón Gómez, E. B. (2015). Publicado originalmente para la página esradio.cl



Se me ofreció la responsable -hago hincapié en el adjetivo- tarea de escribir un artículo. La sugerencia es amplia si se trata de escribir a diestra y siniestra sin un norte claro, como comúnmente se hace en esta neblina de paisaje llamada “Chile”. Por supuesto acepté. Un primer artículo: ¿que diga qué?, ¿que nuestro país está mal?, ¿que las guerras nos inundan?, ¿que la cultura acá es financiada por y para castas de estatus que NO necesariamente lo necesitan?, ¿que el obrero promedio chileno de 24 horas trabaja 14, almuerza en 1, y el resto las debe administrar sagrada y mágicamente en su familia, quehaceres domésticos, dormir, comer, cagar, follar y crear (si es que el tiempo, “esa condición irreversible y unidireccional” como dice Borges, lo permite)?, ¿que vamos de mal en peor?

Sin duda alguna todo lo anteriormente dicho es irrefutable, más me interesa centrar este breve análisis en LA posibilidad de sombra y frescura que nos podemos permitir en una hoguera como esta. Cuando un bosque es incinerado a propósito por manos nefastas humanas de inmediato lo primero que pensamos es en apagar semejante incendio, a ratos queriendo tapar el sol con un dedo, en lo posible meñique y de guagua. Vivimos en una ensoñación que más que sueño, en todo momento se torna pesadilla. Lemebel bien lo dice en su cuento Chile Mar y Cueca: “Una chilenidad chorreada en el almíbar de abeja, que se etiqueta como ‘dulce patria’ o mermelada nacional” Nuestra generación actual aún sufre los síntomas de la dictadura. Aún existen “jóvenes” que avalan y defienden los ideales corruptos e infames que llevó a nuestra “dulce patria” a lo que hoy en día es: una hoguera en donde miles de asfixiados buscamos sombra. Jóvenes con edad de ellos pero con una mentalidad de anciano no sabio, olvidadizo, con Alzheimer autoinducido. Efectivamente ese es el germen que a tanto cogeneracional afecta: una abrupta pérdida voluntaria de memoria. Una real idiotez, refiriéndonos a la etimología de la palabra “idiota” que deriva del griego “idiotes” y que se refiere a las personas que no se preocupa de los asuntos públicos, sino sólo de sus intereses privados. El prefijo “idio” hace referencia a lo propio. ¿Idio-ma?, ¿idio-sincracia?, ¿Ideo-logía?, ¿Iden-tidad?, ¿las tenemos?, en Chile ¿tenemos algo propio, siendo que las transnacionales gringas y europeas, las famosas 7 familias, y el criollo aburguesado nos vacunó con la bacteria asesina del capitalismo exacerbado, este?

No todo el balance es majadero ni mucho menos negativo. Todo lo contrario. Lo que nuestra actual generación sí tiene de sobra- y esto lo escribo con suma responsabilidad- es la capacidad receptiva y crítica de darnos cuenta de nuestras propias carencias. Esa capacidad de autocrítica que a nuestros padres y abuelos a ratos tanta falta les hizo. Todo esto sazonado con los aliños únicos que nace de las fauces de la juventud: valentía y rebeldía. Y soy optimista al pensar que en eso estamos, buscando la más aliviante sombra dentro de una hoguera infernal, acurrucándonos bajo El árbol que nos puede ofrendar el mejor de los regazos: el árbol del amor.

Así es estimad(a) lector(a). Si todos nuestros actos lo ejecutáramos con la cuota mínima de amor que nuestro país y el mundo, en su dimensión global, necesita, créanme echaríamos raíces firmes y crecerían más árboles de esos que necesitamos, como alguna vez crecieron fértiles y milenarios en mis tierras, Concepción, VIII región del Bio-Bío, al punto de crear desapercibidos y conscientes un bosque que haya consumido está hoguera que, viéndola desde un punto de vista radical, no es más que un cúmulo incómodo de cenizas débiles que se niegan a morir.

Chile apagará esta hoguera, de lo contrario, arderemos a lo bonzo en ella.

Amor es acción, palabras son palabras

Hesicasmo

HESICASMO

Gastón Gómez, E. B. (2016). Publicado originalmente para la página esradio.cl


Leía artículos sobre escritores, ascetas, hermitaños, anacoretas y solitarios, y me encontré con Evagrio Póntico apodado- valga la redundancia- “El Solitario”. Evagrio fue un monje cristiano (nacido en Ibora, provincia romana del Ponto) que vivió desde el año 345 hasta el 399 D.C. y que, en resumen, practicaba el hesicasmo (del griego; en escritura politónica: ἡσυχασμός/hēsykhasmós, derivado de ἡσυχία/hēsykhía, “quietud, silencio, paz interior”), doctrina ascética que promueve la búsqueda de paz interior en unión mística con Dios y armonía con la creación. Las tres características fundamentales del hesicasmo son: la soledad, como medio de huir del mundo; el silencio, para obtener la revelación del futuro y del mundo ultraterreno; y la quietud, para conseguir el control de los pensamientos, la ausencia de preocupaciones y la sobriedad. A raíz de esto nacen breves reflexiones que también llamo poesías:


Soledad, como medio de huir del mundo

Aun no comprendo la relación entre solitario y fuga (llamémosle al “huir del mundo”). Una persona que busca la paz interior ¿necesita huir del mundo? Supongamos que sí. La opción más rápida es el suicidio, pero el gran “pero” para un monje como Evagrio es que este supo, a través de la lectura (¡bendita lectura!) que los cristianos suicidas se van directamente al infierno- blasfemar contra la voluntad de Dios es un pasaje directo a aquello. Cuatro insignes ejemplos son Saúl (1ª Samuel 31:4), Ahitofel (2ª Samuel 17:23), Zimri (1ª Reyes 16:18), y Judas (Mateo 27:5)-. Ahora, ¿en el infierno podemos encontrar paz interior? Los cristianos han hecho del infierno un paisaje arquetipo del terror. Nadie sabe si los lamentos y gemidos de aquellos personajes que nadan en lava y dan vida- ¿o muerte?- al inframundo son productos del placer y satisfacción plenos, efectos que también se producen cuando uno hace el amor. Cuando uno hace el amor se gime y se lamenta, y es lo más parecido a nadar en lava (supongo, nunca lo he hecho), y eso, señores, podría refutar la tesis de cualquier Papa fanático de literaturas epifanas. Al fin y al cabo son literaturas.


Silencio, para obtener la revelación del futuro y del mundo ultraterreno

El silencio, materia orgánica, esencial de las más bellas músicas, creo yo, es justo y necesario, siempre, inclusive para dárselas de Oráculo o de Dante.


Quietud, para conseguir…

…Control de los pensamientos


Ni estando quieto se puede. Ni cagando, señoras y señores (y sin la coma anterior también). Más que control, apelaría a un sano “convivir”, cosa de entender que más que complejos humanos, efectivamente, somos pensamiento.

Los pensamientos son incontrolablemente incontrolables. ¿Corregibles?: Tal vez; ¿Incorregibles?: los amigos.


…Ausencia de preocupaciones

Aquí llegamos al punto de escoger entre paz interior/ ausencia de preocupaciones/ ninguna de las anteriores/ todas juntas/ A y B son correctas/ no hay A y B/ como tampoco paz interior/ como tampoco la ausencia de preocupaciones/ todo lo contrario/ por algo usted lee/ por algo yo escribo/ hay de todo en la viña del Señor/ de la Señora también, obvio microbio/ preocupa el comentario público/ preocupa el colmenario púbico ese de la escritura barata y la opinión gratuita/ a mis cabros siempre les enseño el argumento/ para que diferencien entre bombo y caja/ entre plato y hit hat/ entre el discurso barato de un cin-cuentea-añero y un cincuentañero con discurso, barato/ la paz interior como búsqueda/ las preocupaciones como motor de la misma/La Ausencia/¡maldita sea La Ausencia!


…Sobriedad

¡Jajajajajajaja!, ¡ni Evagrio Póntico po’ loco!

viernes, 5 de mayo de 2017

Hongos en Futura-4

HONGOS EN FUTURA-4

Extracto del libro Juan Soto y los Arrieros del Espacio (que será lanzado durante 2017) de Antonio Baeza, E. B. 


Bueno, se trata de experiencias inigualables, de todos los tonos. Aunque nunca ha dejado de ser agradable, más allá de que, de repente, se mezclen sensaciones menos gratas. Se trata de un embutido raro de sentimientos, medio melancólico, pero que toma como plataforma lo bonito, lo que se siente bien. Como que los hongos hacen que tú mismo te recuerdes que todo el vivir se funda en buenas experiencias, en el goce de ser y estar. Incluso, las sensaciones desagradables son parte de la diversidad que nutre eso tan bello que aparece como tal cuando miramos mejor, cuando nuestro ángulo de visión es más amplio. Bueno, además, creo que los hongos son esenciales en el momento actual del Universo, donde domina la quietud y el frío, porque permiten darte cuenta de que somos seres cruciales y necesarios para mantener en movimiento toda la existencia. De hecho, también ese estado te recuerda que la quietud no es absoluta y que, mientras las cosas se mantengan así, la cantidad de movimiento en el Universo seguirá siendo imposible de medir o cuantificar. 

Al consumir Johnny Chinese, por ejemplo –mi preferido, lo sabes-, el Universo te habla. Y no estoy haciendo metáfora; de verdad te habla. Usa una voz media ronca y lenta, pero extrañamente alegre. Mientras te habla, te acaricia con algo semejante a un peluche muy frío, capaz de enderezar cada hueso mal puesto. Son caricias inmensas, como el Universo, a las que cuesta acostumbrarse de primera. Se sienten como shock eléctricos inofensivos. Pero luego, con los minutos, la costumbre y la calma vuelven a la piel. Ahí uno siente la suavidad infinita. La percepción visual se vuelve más lenta y minuciosa. Yo calculo que al menos 2000 veces. Se amplía, de hecho. Los ojos adquieren una lupa que le permite acercar el foco más o menos 1035 veces. De primera es una locura ver más chico y más grande de modo intermitente, irregular e involuntario. Parece un zamarreo. Pero luego, lo mismo que con las caricias: Te acostumbras y, en este caso, tomas el control del enfoque de tus ojos. Así, junto al Universo hemos conversado de los átomos mientras revisamos y limpiamos electrones con un pañito. Es raro, porque la voz se abstrae, se desentiende del hecho de que, al revisar una partícula subatómica, lo estamos revisando a él mismo. De hecho, por un momento me extrañó que el Universo no sintiera pudor por estar observando sus partes elementales. Bueno, todo esto, claro está, está acompañado por una infinidad de seres brillantes y coloridos que aparecen de cierto tamaño frente a tus ojos cuando el enfoque no está alterado –digámosle 1x a ese estado, como las cámaras antiguas sin reconstrucción holográfica- y que, a medida que vamos incrementando el aumento de la lupa, permanecen invariables. Esos seres, de variadas formas y no-formas –dentro de las ‘formas’, aparecen caballos, ardillas, rectángulos, cubos redondos, limones, tazas, camellos, loicas, bustos de yeso, alfombras, pinos, perros, mosquitos multicolores, monedas, OVNIs, libros con dientes, patinetas, pantallas que muestran todas estas cosas y más, tijeras con ojos, personas taladrando, alas delta, lazos, espadas, bolas de acero con moluscos encrustados, policías abriendo puertas, ladrillos eléctricos, árboles moviéndose en círculos, pastillas anticonceptivas guardadas en baúles, flores gaseosas, camiones de bomberos repletos de pingüinos, gatos con armadura y, en realidad, miles de cosas más que no viene al caso mencionar- se retiran o llegan a la visión desde la pequeñez o la inmensidad, usando los círculos concéntricos que definen mi viaje por las magnitudes cual si fueran carreteras. 

Lo anterior, la verdad, es una experiencia tradicional al consumir Johnny Chinese. Al menos yo la considero así. Te puedo contar, en cambio, algo más extremo: Cuando compartí con Ho Hyunguei, ese coreano que realiza grabados afuera de la nave, un honguito de variedad Blue Material Shangri, claramente más nuevo que el insigne Johnny Chinese. El vértigo fue inmediato y brusco, pero no violento. Comenzaron a aparecer, luego de 5 minutos de invariabilidad, caras verdes felices como destellos dirigidos directamente hacia nuestros ojos. Algunas caras sonreían y otras transportaban carcajadas. Algunas pasaban dando besos y otras pegaban lengüetazos. De a poco, a medida que esto aumentaba y el río de caras tomó un caudal majestuoso, miramos hacia arriba y vimos la clásica imagen cristiana de las puertas del Cielo brillando sobre una plataforma de nubes. Pero, ojo, los colores eran otros. Bajaron algunos ángeles con cara de gato y nos convidaron especias en cucharadas. Eran especias comunes: Clavos de olor, paprika, nuez moscada y comino. Pero sus sabores eran distintos y, la verdad, la experiencia fue sinestésica. Sabores azules, rojos, amarillos. Todo clásico, nada fuera de lo común hasta ese momento. El tema es que, luego, esos ángeles cambiaron su cara de gato por una cabeza de algo semejante a un martillo y comenzaron a sacudirnos a mí y al coreano, haciéndonos girar con ellos como eje, cada vez más rápido. Tomamos velocidades galácticas. Vimos los astros como líneas y el Universo entero como un conjunto de rayas. Empezamos a arder en fuego, sintiendo cómo nos quemábamos pero sin desagrado, sino que como si fuera agua que nos incineraba. Era como una ducha caliente, si se quiere. Mientras, el Universo de rayas comenzó a ponerse más liso y brillante, con un aspecto más sabroso. La sinestesia en ese momento ya era total, pero no era lo importante. El tema es que comencé a comerme las galaxias y las estrellas. Unos pocos asteroides con una cajita de leche que los mismos ángeles me guardaron en el bolsillo. Sentí como empecé a engordar, de hecho, de manera exorbitante. Me inflaba como un globo y comencé a brillar con una luz azul eléctrica. Mientras, mi colega Ho se estiró como una gran guirnalda espacial y fue envolviéndome, rodeado de pequeñas versiones de mí mismo, infladas al igual que yo pero con infinidad de diversos colores, que se lo iban comiendo de a poco. Ho se reía mucho, gritándome que sentía cosquillas como nunca antes. Me empezó a pasar lo mismo, pero quienes me comían eran las mismas galaxias y estrellas que estaban dentro de mí. Antes me las comía yo y ahora ellas me comen a mí. No era venganza, sino que una devuelta de mano, más bien. Sentí las mismas cosquillas mientras sonaba una música muy aguda. El mismo Universo que me hablaba con voz ronca cuando comí Johnny Chinese ahora se reía con la voz de un anciano, cuya cara apenas divisé en el borde de mi ojo mientras toda mi visión se cubría de seres comiéndome. Fue especial cuando se comieron mis ojos, porque seguí viendo, pero ahora en varios lugares a la vez. Veía muchos estómagos de astros. Los escuchaba, los palpaba, los olía, los saboreaba, los reflexionaba. Me desintegraron pero sin quitarme el vivir y el sentir. Luego, después de hacer una ronda, estos mismos seres se transformaron en caballos, adornados con una indumentaria similar a las que ocupaban en los tiempos de la Edad Media en la Europa Terrestre, comenzaron a correr en todas direcciones y sobre plataformas situadas en todos lados del espacio, colisionando entre ellos y agrupándose, luego, para vomitar. Nos vomitaron a mí y al coreano. Por un buen rato, ambos flotamos por un espacio blanco, convertidos en un líquido algo asqueroso, desintegrado aún, sintiendo el frío colosal del Universo en cada una de nuestras superficies. Cada gota mía sintió caricias del Universo. Estas caricias, inicialmente heladísimas, fluctuaron luego entre cálidas y frías, tomando, finalmente, una temperatura muy agradable al cuerpo humano: Calculo unos 18° C. Empecé a sentir placer sexual con la interacción con el Universo. Ho es gay y sintió a un gran ser masculino. Yo, heterosexual, sentí a una musa colosal. Todavía siendo vómito multicolor, mantuve un contacto sexual irrepetible con ella, la Universo. Ella se manifestó como es, un ser colectivo. Yo, desmembrado en gotas, también fui colectivo por un rato. Ella me hizo sentir que, como es claro, yo también soy parte de ella y, por cierto, me enseñó que la unión sexual es uno de tantos modos para vivir nuestra naturaleza colectiva, olvidada a veces por lo instrumental que, muchas veces, resulta dividirse en individuos. Tocaba su piel –sacando manitos de cada gota-, suave y viva, llena de agua, bañada de aromas únicos. Escuchaba gemidos estelares, que parecían venir desde el fondo de un agujero negro y, a la vez, de una deseosa garganta seca y tensa. Tuve miles de orgasmos con ella. Ella también conmigo; lo constaté al ver sacudirse a los astros y al presenciar supernovas repentinas y colosales. Luego de todo esto, fumamos un cigarro de polvo estelar y, de un momento a otro, desapareció, dejándonos a mí y a Ho, desmembrados como vómito, en un lugar blanco y cuadriculado. Un lápiz con cara de perro comenzó a anotar mis características y las de Ho. A medida que iba ampliándose la lista, empecé a sentirme más sólido y  estable, más compacto, más unido. Nuestras identidades volvieron a hablarse y, por tanto, volvimos a nuestros estados iniciales: Dos humanos extremadamente entregados al efecto de Blue Material Shangri. Luego de eso, fuimos a almorzar. Habíamos pintado algo increíble.