SOBRE MIEDO, ESCUELA, JERARQUÍA Y NORMALIZACIÓN
Extracto del ensayo "Trabajadores Escolares: Un Sistema de Castas" (2015) de Antonio Baeza H.
La escuela alberga miedos que pueden ser abordados y vencidos a partir de una voluntad de apropiación. Dentro de tales miedos, uno capital es el temor al "caos social" a partir de la "ausencia de normas". Muchas veces, las profesoras y profesores creen que tanto la imposición como la necesidad de diferenciación asimétrica -o establecimiento de status, si se prefiere- serìan cruciales en el educar, en tanto se estaría "normando" al niño "salvaje", enseñàndole a "aceptar que el mundo se mueve así", contribuyendo a naturalizar el establecimiento forzoso de una jerarquía no dotada del suficiente sentido.
No tiene que ver, en
general, con una mala intención en el docente sino que, màs bien, con un
miedo que tiene una actitud de sobrevivencia, por un lado, asì como de ética, por el otro. En el primer caso, la carga excesiva y
deshumanizante de trabajo y la relativamente baja -recálquese el
carácter relativo- retribución monetaria y honorífica respecto a otros
oficios que requieren una certificación de similares años de estudio en
instituciones acadèmicas formales llevan a una percepción de que la
diferenciación asimétrica frente a los otros trabajadores de la escuela
consistirìa en un modo adecuado de dignificación. Eso se ve
especialmente potenciado en una sociedad donde la educación -entendida
como "escolarización" e "institucionalización"- alberga promesas de
mejor salario y no mucho más, bastante vacía de horizontes intelectuales
o de realización. En el segundo caso, el docente se ve enfrentado al
deber de no ser negligente en cuanto a la preparaciòn del estudiante
para su sobrevivencia en su sociedad, en una especie de escenario
estático que vive en el imaginario del profesor y que es base para
càlculos y operaciones universales, que servirìan "para toda época".
Dicho de otro modo, en romántica fidelidad a su deber de "enseñar", el
docente se siente imposibilitado de abstenerse de entrenar al aprendiz
para moverse con cierta seguridad en el mundo "cómo-es" y
"cómo-siempre-será".
Tanto la dominación que el Estado, el conglomerado
mercantil y las mafias realizan usando como medio la misma institución
que desemboca en la escuela, así como la dominación que ocurre más allá
de tal espacio, fuera de los muros escolares, "a la intemperie",
instalan el miedo, cristalizan con él la percepción de futura
invariabilidad y facilitan la reproducción -o, al menos, la voluntad de
reproducción por parte de la generación adulta- de ambos
sentimientos-pensamientos mediante la enseñanza. Frente a esto, es
necesario que quienes aman ejercer la enseñanza y lo hacen con buenas
intenciones abandonen toda esperanza en la escuela, transformando el
espacio fìsico que actualmente es llamado así en un Taller, donde se
eduque sin miedo. Y ciertamente, uno de los miedos que ha de vencerse
primero es el que se tiene a la pérdida de control y de coerción
respecto al desarrollo de un ser que aprende.
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